El Anfiteatro Flavio, más conocido como el Coliseo (Colosseum en el latín original y Colosseo en el actual italiano) está situado entre los cerros Palatino, Celio y Esquilino.
Los domingos la Vía dei Fori Imperiati está cerrada para pasear junto al Foro y llegar al Coliseo. Es un recorrido estupendo donde puede admirarse esta magna obra arquitectónica, a la vez que se aprecia el Foro Romano, una hermosa Capilla cercana, los emocionados turistas, y diferentes atracciones callejeras que hacen del paseo una experiencia muy agradable realmente!
Su interior tenía un ruedo central hecho de madera cubierta de arena bajo el que se extendía un auténtico laberinto de pasillos divididos en varios pisos, donde se encontraban las mazmorras y las jaulas de los animales. La zona de graderíos era llamada “Cávea”, dividida en tres sectores superpuestos, más un cuarto graderío de madera para los espectadores de a pie. Cada sector estaba reservado para las diferentes clases sociales. En su parte más alta, el Coliseo tiene el “Velarium”, una gran carpa que protegía a los espectadores del sol y que era manejada por un destacamento especial de marineros de la flota de Nápoles. El “podio” es la zona donde se sentaban el emperador y los principales miembros de la sociedad romana.
Los muros exteriores están hecho de travertino, y las columnas del primer piso son dóricas, jónicas las del segundo, y corintias las del tercero. En cada una de las arcadas que se pueden ver, había una estatua representativa de emperadores y dioses.
Allí se encuentra la tumba de Julio César.
Sigue utilizándose como centro de entretenimiento para la presentación eventual de artistas de alto nivel internacional y para la grabación de algunas películas (afortunadamente ya no para las bárbaras exhibiciones de sus tiempos de esplendor máximo).
Antiguamente, junto al Coliseo, había una gigantesca estatua de bronce dorado de más de 35 metros de altura: el Coloso de Nerón, obra del escultor Xenodoro, que representaba al emperador, y a la que, tras fallecer éste, se le sustituyó la cabeza por la del dios Sol. Junto al Coliseo Romano y el Coloso, se podía admirar el Templo de Venus dedicado a la diosa fundadora de Roma y el Arco de Constantino.
Es un monumento cuyas ruinas de formidable belleza arquitectónica constituyen un de los emblemas más importantes de Roma que aún hoy impresiona con su elegancia a pesar de los rigores del tiempo y nos avasalla con sus más de 57 metros de altura, casi 188 metros de diámetro por su lado mayor y 156 por el eje menor.
Es el símbolo de todo un Imperio; sí, eso es el Coliseo de Roma. La muestra de todo el poder sobre un vasto Imperio dominado hasta los mismos límites de Oriente.
El Coliseo mereció la admiración del mundo entero en una época gloriosa para Roma; fue el lugar donde leones, cristianos, gladiadores, y juegos, servían de divertimento a una sociedad ufana y sabedora de su grandeza.
Mandado a construir por Vespasiano entre los años 70-72 d.C. fue inaugurado por su hijo Tito en el 80 d.C., con la celebración de una serie de fastuosas ceremonias y espectáculos que duraron 100 días, en los que tuvieron lugar sangrientas luchas muriendo miles de gladiadores, esclavos y animales salvajes, con entrada gratuita para el espectáculo de inicio. También se usó para la representación de batallas donde se resaltaban las victorias del Imperio. Casi 55.000 espectadores entraban por 80 accesos que los conducían por pasillos hasta las 160 entradas de donde se llegaba a los graderíos.